La política del
blanqueo, una manera de zafar.
Gracias a la
campaña presidencial, estamos descubriendo que terminar con la desigualdad y
los abusos son los principales desafíos del próximo gobierno. Visto de esa manera,
desigualdad y abuso, bajaron a Chile hace pocos meses y seguramente desde Marte
o Júpiter.
Según
esa óptica, nada de lo que actualmente
sucede tiene algún vínculo con la chilean
way del capitalismo, es decir, la economía social de mercado armada en los 80’ cuando
no existía ningún espacio para formular alguna objeción.
El estado del
sistema de salud con un Auge que, con su andar de tortuga ya genera un
sentimiento de abandono entre los excluidos, es responsabilidad del Espíritu
Santo al igual que el sistema privado que traspasa el costo de cualquiera nueva
medida a sus clientes. Nada de esto
tiene relación con la “revolución silenciosa” (J. Lavín 1987) donde se definía a la salud como una nueva
oportunidad de negocios.
También con la
actual campaña presidencial, nos enteramos de algo que desconocíamos. Las tarjetas de crédito así como los créditos de
consumo, también forman de estos “nuevos” abusos. Parece que en los 90’, Tomas
Moulian nunca escribió sobre los
ciudadanos“credit-card”, integrados a la aparente dinámica del Chile exitoso,
identificados por una señal: su dependencia del crédito bancario. Parece que Moulian nunca se refirió a este “Míster credit-card”
que cambio la organización social por el
individualismo laboral para pagar…pagar para seguir endeudándose en la ilusión de
un poder adquisitivo de ficción que cuesta muy caro.
La operación de
“blanqueo” de la economía social de mercado
consiste en traspasar todos los problemas a un grupo de supuestas ovejas
descarriadas. Es simplemente la mala conducta de algunos bribones que se coluden,
redactan clausulas en minúsculas o pagan las facturas de los proveedores a 150 días.
Y ¡oh sorpresa!, se ha descubierto que también
hay un grupito de cuatreros que hace
grandes negociados con la educación. Pero se trataría de un pequeño grupito que
acreditaba sus engendros mediante empresas privadas, lo que equivale a dejar al
gato a cargo de la carnicería. Realidad que nos era completamente ajena, al
punto que para percatarnos necesitamos de las movilizaciones estudiantiles.
Como son faltas
y errores de un puñado de cuatreros, el
Sernac se convierte en el gran actor político que nos solucionara la vida. Depositemos toda
nuestra confianza en la variedad de Sernac que se gestan para “arreglar” la salud , la educación y por que
no ,uno del futbol para darle una válvula de escape a todos esos hinchas
frustrados de ver a las selecciones nacionales que siempre están a punto de ganar algo pero
finalmente vuelven con las manos vacías.
Además, a este
juego del olvido forzado, suman la frase
majadera: los ciudadanos se han empoderado y son más exigentes. ¿Los ciudadanos
o los consumidores? Como movimiento
social o grupo de personas empoderadas, los estudiantes son los únicos que se
mantienen pese a que el apoyo “desinteresado
y generoso” de los maestros de la política se ha esfumado. Pregunta: una
manifestación para forzar a abandonar el proyecto Barrancones o las protestas
de 2012 en Aysén dirigidas por Iván Fuentes,
son suficientes para determinar que existe un empoderamiento ciudadano. Con varios
meses de puerta a puerta, en la anterior
campaña presidencial, colaboración en internas y más tarde en la elección municipal pude observar que la gran mayoría
estaba interesada en resolver su problema particular y nada más. Lógicamente,
esta situación es más comprensible en las clases sociales que sufren todo el rigor de
la economía “social” de mercado. Pero sería una equivocación crear otro mito,
costumbre que nos caracteriza, para quedar bien con "la gente".
En esta carrera hay otros candidatos que merecen
la misma atención y que presentan un catalogo
de cambios en profundidad como desmantelar las AFP y las Isapres. Ellas se consolidaron
con el tiempo convirtiéndose en una columna vertebral tan solida como la de un
dinosaurio y con una concentración que no para de invadir todas las actividades
de gran rentabilidad. ¿Terminar con eso? Hay un tiempo para ejecutar las ideas y ese ya
paso; pudo ser en los años de en la medida de lo posible. Volviendo
a lo anterior, no es ocioso interrogarse sobre si los pobres o la clase media están
realmente convencidos en cambiar el modelo. Las verdaderas motivaciones pasarían
por
beneficiar de un sistema de salud más equitativo, pago de intereses que
consideren la situación económica de los
hogares o el cumplimiento de los
contratos suscritos con las empresas de servicios. De ahí a concluir que existe
una mayoría que aspira al cambio de modelo hay un paso gigantesco. Además lo permitiría
la casta que se apropio de todas las
posiciones de poder y como buena casta sin distinción política?
Obviamente es importante plantear el mayor obstáculo,
todo sugiere que en la globalización las verdaderas transformaciones no tienen destino. Está descartada la responsabilidad
social de los acomodados porque, como recientemente lo resumió la canciller
alemana Ángela Merque, “Los ricos podrían ser muy útiles. Es
lamentable su escasa responsabilidad”.
Retornando a
las propuestas de campaña no hay nada
muy nuevo e incluso el grito de alerta
del empresariado frente a una reforma tributaria es sumamente añejo.
Es probable
que las reflexiones de Juan Soma vía (ex
director de la OIT) constituyen la única
bocanada de oxigeno en el actual catalogo de propuestas aun cuando el tema es
de larga data. Es crucial colocar el acento en el salario, única herramienta que permite, sino la libertad, una mayor
autonomía. Se recupera la dignidad al no estar obligado a golpear puertas para
obtener un mendrugo de asistencialismo. Y para que su obtención no signifique “el
salario del miedo “apuesta a una reforma laboral que equilibre la fuerza entre
el mundo empresarial y un sindicalismo que se destaca por su inexistencia o en
el mejor de los casos con una inmensa fragilidad. El tema laboral es hasta
ahora el gran ausente de esta campaña afirma Soma vía. En nuestra opinión, desde el retorno de la democracia no ha existido la menor voluntad de modificar este
aspecto fundamental salvo un fracasado dialogo entre empleadores y la CUT a principios
de la transición. Obviamente, no se trata de mejorar en cuatro chauchas el
salario mínimo sino revisar hacia
arriba.
El resto es blanqueo
y anestesia.